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La tendinitis del tensor de la fascia lata (TFL), síndrome de la cintilla iliotibial, síndrome de la banda iliotibial o habitualmente denominada síndrome del corredor, es una lesión de gran prevalencia entre los corredores.

Esta condición está caracterizada por la inflamación del tendón del músculo tensor de la fascia lata, y puede llegar a causar un significativo dolor y molestias en el área lateral del muslo o la rodilla. Sin embargo, si se trata de forma adecuada, sus síntomas podrían disiparse.

¿De qué manera se origina esta lesión?

Esta lesión de carácter mecánico se desencadena por la fricción entre la banda iliotibial y el cóndilo femoral externo. Por lo general esto ocurre a causa de una inadecuada o excesiva tensión en la banda iliotibial.

A su vez, dicha tensión suele estar dada por el uso excesivo del músculo, ya que la constante fricción conlleva a la posterior irritación e inflamación del tendón.

Por otra parte, la tendinitis del tensor de la fascia lata se manifiesta con más frecuencia en las mujeres, y en muy pocos casos afecta a quienes no realizan ningún deporte o entrenamiento físico.

Síndrome del corredor: Factores de riesgo

Además de correr, existen otras actividades deportivas que exigen el sucesivo movimiento de flexoextensión de la rodilla. Algunos ejemplos son el tenis, el baloncesto, el esquí, el fútbol, el ciclismo y el hockey.

Al mismo tiempo también hay otros factores que podrían fomentar la aparición de esta afección:

  • Entrenamiento excesivo.
  • Sobrepeso u obesidad.
  • Hacer un nuevo deporte o ejercicio sin supervisión utilizando técnicas erróneas.
  • Omitir la fase de calentamiento previo.
  • Alteraciones en la pisada.
  • Glúteo medio debilitado.
  • Entrenar con zapatos inadecuados.
  • Falta de simetría entre una pierna y la otra.
  • Deformidad del pie. Un claro ejemplo es el pie plano.
  • Músculos demasiado tensionados y acortados en el área exterior del muslo.
  • Rodillas desalineadas.
  • Caída o golpe que pueda afectar el área de la rodilla o de la cadera.
  • En raras ocasiones, una vida inactiva también podría debilitar los músculos, y aumentar la predisposición hacia diferentes tipos de lesiones.

Tendinitis del tensor de la fascia lata: ¿Cómo puedo saber si tengo esta lesión?

Uno de los principales síntomas que se distinguen en este síndrome es el dolor intenso en el lado externo de la rodilla. Dicho dolor a veces puede ser tan fuerte que a la persona afectada le resulta prácticamente imposible caminar con normalidad.

En la mayoría de los casos, al inicio el dolor sólo aparece mientras la persona corre o realiza alguna otra actividad física, y se reduce durante el descanso, cuando el individuo se sienta o se acuesta.

No obstante, una vez que la lesión avanza, el dolor puede presentarse en una simple caminata, al usar las escaleras, o al bajar de una motocicleta.

De forma adicional, otros síntomas que podrían estar presentes en la tendinitis del tensor de la fascia lata son:

  • Articulación inflamada e hinchada con sobrecalentamiento.
  • Sensación de ardor en el área exterior de la rodilla.
  • Percepción de que las piernas pesan más de lo común o están más débiles que de costumbre.
  • Mayor sensibilidad frente al contacto con diferentes superficies.
  • Limitaciones para realizar los movimientos habituales a la hora de caminar.

Incluso, en fases avanzadas, a causa de la sucesiva fricción que se genera entre la protuberancia ósea y la fascia lata, las rodillas pueden llegar a producir incómodos roces y crujidos al realizar el movimiento de flexoextensión.

Diagnóstico

Para diagnosticar esta condición, el profesional en fisioterapia tendrá que hacer una exploración física. Para ello pedirá que el paciente realice algunos movimientos y al mismo tiempo examinará cuán comprometido se encuentra el tendón del músculo tensor de la fascia lata.

En base a esto, el fisioterapeuta establecerá un programa de tratamiento que incluya diferentes técnicas que cambiarán de acuerdo a la situación de cada paciente.

De todas formas, en términos generales el principal objetivo a la hora de tratar esta lesión consiste en eliminar los síntomas y cualquier posible desequilibrio que esté presente a nivel articular y muscular.

¿Cómo se trata la tendinitis del tensor de la fascia lata?

En primer lugar, para aliviar el dolor, el profesional puede utilizar la electroterapia y diferentes técnicas de masaje terapéutico. Estos masajes también serán muy útiles para relajar y disminuir la tonicidad de los músculos del glúteo y del muslo.

Para la zona de la rodilla y de la cadera se utilizan técnicas articulares, con el fin de reducir el roce y obtener mejores respuestas biomecánicas.

Asimismo, se recomienda aplicar hielo en el área del tendón durante unos 10 minutos unas tres veces al día. Por otra parte, realizar leves y delicados estiramientos en casa también podría ser de gran ayuda si su terapeuta lo aprueba.

Una vez que el dolor y la inflamación disminuyen, el fisioterapeuta lo guiará y ayudará a incorporar ejercicios excéntricos e isométricos orientados al área de la cadera. De igual modo, buscará mejorar la propiocepción para que así todos los músculos recuperen su máxima funcionalidad. En especial el glúteo medio.

La idea es que el cuerpo de la persona afectada alcance la armonía necesaria para realizar los movimientos con total normalidad.

En definitiva, el objetivo final del tratamiento de la tendinitis del tensor de la fascia lata se centrará en ayudar a la persona para que pueda volver a hacer las tareas que antes hacía sin sentir dolor. Por supuesto que para lograrlo será fundamental seguir una progresión.

Si no hubiesen mejorías y el dolor continuara, el profesional podría acudir a la punción seca. Esta técnica estimula y relaja la región, y está indicada para aliviar dolores a nivel muscular.

En cambio, si existen calcificaciones, una buena alternativa es utilizar ondas de choque. Por otro lado, también se puede recurrir al ultrasonido para estimular la capacidad viscoelástica del tendón.

Consejos para prevenir la tendinitis del tensor de la fascia lata

  • Realizar un calentamiento previo a cualquier entrenamiento.
  • Conservar un peso saludable, una dieta equilibrada y no olvidarse de una correcta hidratación.
  • Elegir calzados apropiados.
  • Tener un buen descanso.
  • Evita excederse con rutinas o jornadas de deporte demasiado prolongadas.
  • Hacer estiramientos luego de cualquier actividad física.
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